Después de 37 años dependiendo de inyecciones diarias, un hombre de 42 años con diabetes tipo 1 volvió a producir su propia insulina.
El cambio no vino de un páncreas artificial ni de un trasplante tradicional, sino de células pancreáticas modificadas con tecnología CRISPR para “volverse invisibles” al sistema inmunológico.
El procedimiento, realizado en Suecia, evitó por completo el uso de medicamentos inmunosupresores —uno de los mayores obstáculos para este tipo de terapias— gracias a una ingeniería genética que elimina señales de “ataque” y añade una especie de “escudo” que le dice a las defensas: no me toques.
En solo cuatro semanas, las células comenzaron a producir insulina de forma estable, reaccionando naturalmente a las comidas.
Este avance podría ser un antes y un después para los más de 8 millones de personas con diabetes tipo 1 en el mundo.
Aunque este primer ensayo usó solo una fracción de las células necesarias para la independencia total de insulina, abre la puerta a tratamientos masivos, más seguros y potencialmente curativos en los próximos años.
La promesa es enorme: transformar la diabetes tipo 1 de una condición crónica que requiere atención diaria a una enfermedad con solución definitiva.
Y por primera vez, esa promesa parece científicamente alcanzable.